Tras mi primera semana, ya tenía ganas de alejarme de la ciudad y conocer un poco más el país.
Así que Martin (se pronuncia Magtá), Chris (mi compañera de piso) y Josep (alias el Mantas) nos decidimos y fuimos a Quetzaltenango, aquí lo llaman Xelá.
El viaje de ida fue una odisea y os digo que nunca estuve tan tenso en un autobús, esas curvas, ese aire acondicionado a tope, esos cinturones inexistentes, esas paradas en medio de la autovía en medio de una selva para hablar con un colega, ...
El caso es que llegamos y fuimos directos a un albergue regentado por una gringa de Oklahoma.
Nada más levantarnos el sábado y comerme una desayuno bestial, fuimos dirección a Zunil, un pueblecito de indígenas mayas.
Para ello, hicimos algo que nunca haríamos en la capital, que es, coger un chicken bus y para muestra la siguiente fotografía.
Así que allí estábamos los cuatro compartiendo un autobús americano viejo y tuneado con decenas de nativas mayas con sus bebes de mochila y todo, hasta Zunil, uno de los sitios donde más pobreza he visto en mi vida pero que contrasta lo tranquilo que era con los peligros de la capital.
Allí no hicimos apenas fotos porque esa gente no eran ni la Torre Eiffel, ni ninguna atracción para turistas, pero si le dais al siguiente enlace veréis fotos del pueblo hechas por mejores fotógrafos que yo.
Una vez allí y visitar su cuidada iglesia blanca y la cooperativa artesanal, pagamos a un nativo de la zona para que nos llevara en la parte de atrás de su ranchera a las aguas termales de las fuentes georginas (
enlace)
Esas fuentes son increíbles, aguas sulfuradas a 50º en medio de una densa selva con una densa niebla.
Tras un buen rato de relax, había que regresar a Xelá y allí fuimos a dar un paseo por una feria-mercadillo en la plaza central del pueblo.
Tras todo esto cenamos en un restaurante francés en el que comimos de lujo por solo 10€.
Ya al día siguiente, dimos un paseo por el pueblo y visitamos el cementerio (todas las estatuas tenían la cabeza cortada, yuyu), un mercado de verduras donde los nativos venden la materia traída directa del campo y el teatro nacional (estilo clásico).
Comimos y para casa en otro autobús más seguro pero más lento que el caballo del malo.
Bueno gente, hasta otra!!